miércoles, 26 de marzo de 2014

INTERESANTE ARTICULO QUE PLANTEA LA NECESIDAD DE REALIZAR INVESTIGACIÓN DEL PELIGRO SISMICO EN MENDOZA PARA EL ORDENAMIENTO TERRITORIAL

Diario Los Andes, edición impresa: domingo, 23 de marzo de 2014






Por Stella Moreiras - José Mescua y Laura Giambiagi - Doctores del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla-Conicet)




El Gran Mendoza se encuentra en una región de elevada peligrosidad sísmica. Los eventos sísmicos de 1861 y 1985, entre otros, son una clara expresión de los terremotos destructivos que pueden afectarlo. Este peligro se debe a que el norte de la provincia de Mendoza se encuentra atravesado por una serie de fallas geológicas activas, es decir,  capaces de generar sismos.

Geológicamente, Mendoza se encuentra a 250 km de la zona de convergencia entre la placa de Nazca, ubicada bajo el océano Pacífico, y la placa Sudamericana, sobre la que vivimos.
Las placas son grandes bloques de escala continental que conforman la parte más superficial de la Tierra.
Se desplazan cada una con dirección y velocidad diferente a las demás. La placa de Nazca se hunde por debajo de la Sudamericana con un ángulo que varía entre 5° y 30°, y el contacto entre ambas placas se ubica a unos 100 km de profundidad debajo de la ciudad de Mendoza. La convergencia de estas placas genera una fuerte compresión debido a que la de Nazca se está moviendo hacia el este y la Sudamericana hacia el oeste. Esta compresión afecta a las fallas de la corteza terrestre, haciendo que acumulen energía.

Cuando esta energía supera la resistencia de rozamiento que traba los bloques de una falla, se produce el movimiento de uno de los bloques y la energía se libera formando las ondas sísmicas que producen un sismo. El período de acumulación de energía puede durar cientos a miles de años. Existen fallas activas sin registro de terremotos históricos pero con actividad previa al asentamiento de  poblaciones humanas en la región, que pueden reactivarse en el futuro.

Fallas activas en el norte de Mendoza

Los relevamientos realizados por los geólogos desde mediados del s. XX han permitido identificar una decena de fallas potencialmente activas en la región. Muchas de las fallas se encuentran en el piedemonte, como el sistema de fallas Cerro de la Gloria, responsable del levantamiento de la cadena de pequeños cerros ubicada al oeste de la ciudad. Sin embargo, la falla más activa en los últimos años se encuentra en el sector de Barrancas, y su movimiento provocó los sismos de 1985, 2006 y 2012.

Más importante aún es el hecho de que la ciudad se encuentra asentada directamente sobre fallas potencialmente activas. La falla La Cal, a la que se atribuye el sismo que destruyó Mendoza en 1861, se ubica al pie del cerro La Cal, donde se encuentra la cementera Holcim (ex-Minetti). Estudios recientes indican que esta falla produjo al menos dos movimientos sísmicos en los últimos 800 años. Esta estructura continúa hacia el sur, donde puede reconocérsela por un desnivel en el terreno sobre el que se encuentran las vías del ferrocarril.

El desnivel ubicado en la céntrica esquina de las calles Belgrano y Las Heras podría ser parte del trazo de la falla La Cal.

Desde el Grupo de Tectónica y Geomorfología del Ianigla estamos desarrollando un proyecto de investigación que nos permitirá caracterizar las fallas activas con mayor detalle.



Fallas activas en el Gran Mendoza y normativa antisísmica

La presencia de una falla activa dentro de la ciudad es de gran importancia pues durante un sismo  los daños máximos se producen en una estrecha franja alrededor de la falla. Por un lado, se generan movimientos impulsivos de corta duración. Por otro, el movimiento de los bloques de falla genera desplazamientos permanentes en el terreno. Ambos efectos pueden tener consecuencias desastrosas para las construcciones.

Estos efectos locales no son tenidos en cuenta por la normativa de construcción sismorresistente vigente por ley nacional que determina los criterios para la edificación en todo el país (Reglamento Inpres – Cirsoc 103, actualizado en setiembre de 2013). Para Mendoza, esta norma considera vivienda sismorresistente a toda aquella edificada para resistir un sismo de determinada magnitud.

En este reglamento se señala que “con el avance de los estudios de microzonificación y de fallamiento (...) podrán ponerse en vigencia factores de modificación por proximidad a fallas, expresados en mapas específicos, como sucede, por ejemplo, en Estados Unidos”. Las reglamentaciones vigentes en Mendoza dependen de cada municipio y en ningún caso incluyen pautas que tengan en cuenta la ubicación de las fallas activas.

Determinar la ubicación de las fallas activas en el Gran Mendoza y en las posibles zonas de expansión urbana es clave para determinar criterios de ordenamiento territorial. Sin embargo conocer la ubicación no es suficiente; es necesario analizar la capacidad sísmica de esa falla (es decir, la magnitud máxima del sismo probable), la recurrencia sísmica, el efecto de direccionalidad de los sismos y los efectos locales de los terrenos.

Una edificación sismorresistente puede colapsar con sismos de magnitud 5 (menor que los registrados en Mendoza) si se encuentra sobre un suelo fino propenso a licuación, fenómeno a partir del cual el suelo se comporta como un líquido. De allí la importancia esencial de los estudios de suelo previos a la construcción.

La importancia del enfoque interdisciplinario y la planificación para mitigar los riesgos

El estudio multidisciplinario que se está llevando a cabo permitirá brindar información útil para el ordenamiento territorial y las normas de construcción, con la finalidad de reducir los daños en caso de terremoto. Este enfoque es indispensable para mitigar el peligro sísmico, ya que es imposible predecir cuando va a moverse una falla y generar un sismo, pero sí podemos estar preparados como comunidad ante este hecho natural.

La provincia de Mendoza ha contemplado, en las últimas décadas, un fuerte sistema de preparación ante las inclemencias climáticas; sin embargo adeuda contemplar una diagramación o prevención equivalente ante riesgos geológicos como los sismos. En parte esto puede atribuirse a falencias en nuestra memoria colectiva pues efectos traumáticos como los vividos en el sismo de 1977 en Caucete han sido prácticamente olvidados a sólo 37 años de su ocurrencia.

El vertiginoso ritmo de la vida moderna atenta contra nuestras posibilidades de recordar y analizar las consecuencias de un pasado sísmico que ha tenido impactos económicos regionales radicales, incluyendo hasta revueltas políticas, como las de 1861 cuando fue necesario declarar el toque de queda por saqueos y vandalismo.

 El CCMA agrega que los  estudios de peligro sísmico son fundamentales, pero deben de acompañarse con  trabajos que evalúen la vulnerabilidad frente al peligro. Además, insistimos en la necesidad de educar para la prevención para que el tiempo transcurrido entre eventos no logre disipar en nuestras memorias el riesgo.

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